En
México tenemos excelentes guionistas, productores, actores y realizadores; un
cine que después de una época difícil, se recupera a pasos agigantados; una
televisión pública con serios problemas económicos pero con producciones
propias que están a la altura de las mejores del mundo; espacios disponibles dentro
de la televisión de paga; una audiencia a nivel mundial que se siente atraída
hacia las producciones mexicanas; un monopolio televisivo que se rompe dejando tras de sí excelentes productores, técnicos, escritores y escritoras; al menos una decena de universidades preocupadas y ocupadas en la formación de nuevas generaciones de cineastas, guionistas, productoras y productores. México, está encontrando su propia voz, una que es capaz de, sin dejar de ser propia y auténtica, ganar los mejores premios en la escena internacional.
Creo que el
futuro de la televisión mexicana deberá estar marcado por la creación de
productos e historias que den cuenta no sólo de la realidad nacional sino de
los conflictos internos y la evolución de sus ciudadanos, de las aspiraciones
genuinas de los hombres y las mujeres cuyo ideal en la vida ya no es encontrar
el amor, sino encontrarse a sí mismos, crear un futuro, tomar decisiones,
revelar al mundo su propia personalidad o incluso salvarlo de sí mismo.
No
pretendo decir que la telenovela deba acabarse pero tendrá, al igual que
cualquier producción, ser considerada un producto de nicho y no masivo como lo
fue hasta hace muy poco tiempo. Las series y miniseries no son nuevas,
pero en la última década han evolucionado más de lo que lo habían hecho en los
anteriores cuarenta años. En el futuro, deberemos ser capaces de imaginar y
retratar al ser humano y la naturaleza humana con toda la crudeza, realidad y sensibilidad
con que se manifiesta. Quizá en estos tiempos la mayor aspiración no es el
amor, sino la verdad, la autenticidad, quizá los demonios contra los que hay
que luchar no están fuera, sino dentro, quizá la fabricación de superhéroes y
heroínas, la lucha contra el terrorismo, lo sobrenatural y lo mágico, no son
sino metáforas para la verdadera lucha que cada ser humano enfrenta contra sí
mismo. Al caérsenos las certezas, los ídolos y tambalearse nuestras creencias en
el futuro y la trascendencia quizá la última frontera se halla dentro de cada
uno de nosotros e igual que el Enterprise
en su viaje a través del universo, nos toca explorar los confines de nuestra
propia humanidad: la última frontera.