La
televisión vive gracias a las audiencias medidas a través del share y el
raiting, su supervivencia depende o dependía de su capacidad para enamorar al
público televidente; esto hizo que sus formatos se adaptaran a los gustos, necesidades
y condiciones de cada cultura. Si bien podemos identificar similares formatos,
es necesario decir que cada país ha elaborado productos propios que se apegan a
las costumbres y necesidades de sus audiencias, por esta razón, una comparación
entre producciones similares de diferentes países no resulta justa en ningún
caso, cada quien tiene la televisión que necesita pero también la que le ha
sido posible crear a partir de sus condiciones específicas y su realidad
cultural, social, política y económica. La historia de la televisión a nivel
mundial no es sino la suma de las historias de cada una de las televisiones
nacionales, sus crisis, su búsqueda de identidad, su lucha por expresar una voz
propia en un lenguaje que se volvió universal.
También
es cierto que la televisión como cualquier producto de entretenimiento ha
estado determinada por las historias y los formatos surgidos en otras naciones,
en el caso de México, por ejemplo, la forma de hacer televisión estuvo influida
por la televisión norteamericana, siendo las series de esta nacionalidad las
que desde un principio invadieron la programación nacional junto con los
escasos programas de producción propia. Al mismo tiempo, nuestro modelo de
televisión pública imitó mucho más a los modelos europeos, así, nos encontramos
ante una fusión entre la forma europea de hacer televisión y la norteamericana.
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